Habéis sido
muchos —no tantos como yo hubiera deseado, pero los suficientes para agotar la
primera edición—, los que habéis disfrutado leyendo “La Sonrisa de la Magdalena”
y así me lo habéis manifestado.
La habéis
regalado, compartido con vuestros amigos, y no habéis parado de insistir en que
la novela tenía derecho a una segunda vida, llegar a más lectores de los que
fue posible en su primera aparición. Como siempre el público tiene razón,
vosotros teníais razón.
Necesité tomar
distancia, convertirme en lector de mi propia obra para convencerme de que los
personajes que nacieron en ella aún siguen vivos, así como sus inquietudes, sus
reflexiones y sus pasiones. Esa búsqueda de la propia identidad, que es un
deber al que todo ser humano debe aspirar y ha sido constante desde que nuestra
especie se pasea por los caminos de su existencia. Esos caminos que necesitan
largo recorrido para que salgan a relucir emociones, confesiones, sentimientos
y condicionantes capaces de cambiar la trayectoria de una serie de
protagonistas sobre cuya vida creemos saberlo todo. Pero esta vida, de la nunca
nos liberaremos de nuestros prejuicios o aquellos que nos imponen los demás,
nos obliga a construir una máscara para sobrevivir en la jungla humana en que
hemos convertido nuestra sociedad. Es el equivocado precio a pagar para
conseguir ser respetados, no por lo que somos sino por lo que aparentamos ser.
Una hipocresía impuesta por una irrealidad que de la que todos formamos parte
activa. Pero a nadie le es ausente una cara oculta, esa que guardamos
celosamente y no enseñamos a los demás para que nuestras debilidades no sean
utilizadas por los otros, que aún teniendo las mismas, siempre se empeñan en señalar
las ajenas para sacar provecho y esconder, aun más, las propias. Aún así, y
para el que la suerte le concede la oportunidad de ver cómo lentamente se
acerca su final, el individuo necesita realizar esa última confesión, abandonar
este mundo libre de esa carga que se ha visto obligado a llevar sobre su
espalda, porque la muerte es un enemigo que no juzga y se limita a cobrar sus
presas. Y la verdad, la auténtica, se nos revela cuando ya no podemos dar
marcha atrás y sólo nos queda el consuelo de que aquellos a los hemos querido
no repitan nuestros errores.
Contacté
con el equipo de Bubok —al que nunca terminaré de agradecer el interés y el
esfuerzo que han invertido en que esta segunda edición vea la luz con una nueva
imagen, en que aquellas erratas que se deslizan en todo manuscrito fuesen
corregidas, y en apostar nuevamente por mí, brindándome toda la ayuda y el
soporte técnico y humano para hacer realidad este proyecto—, y nos enfrentamos
a una complicada decisión. El mundo de la edición literaria está en continua
evolución y éste no es el momento de discutir si de ese proceso la literatura
saldrá ganando. Pero yo soy de la opinión que cuantas más facilidades se pongan
al servicio de la palabra escrita, ésta, sea cual sea su soporte, siempre
continuará dando pasos hacia adelante y nosotros con ella. Porque es un hecho
que el lector, es más feliz, optimista y consigue enfrentarse mejor a las
situaciones negativas. Por eso nos decantamos por el formato digital, ya
disponible en todo el mundo para cualquier usuario y amante de la literatura
que disponga de un aparato de lectura (nuestra sociedad ya está
convenientemente surtida de dispositivos: móviles, tabletas, ordenadores…) y la
alternativa de poder acceder a cualquier obra desde un sillón de nuestra casa
y, no lo olvidemos, con un costo mucho más reducido inclinó la balanza.
“La
Sonrisa de la Magdalena” se presenta de nuevo, con una renovada portada que
espero os guste y con pequeños arreglos que se han realizado para evitar que
algunos fragmentos quedaran deslucidos; pero estamos ante la misma novela, esa
que a tantos entusiasmó y siguen recordando. Ahora, y para todos los que os
quedasteis sin vuestro ejemplar, está disponible en Bubok:
Y
en breve en las más importantes plataformas digitales
Disfrutadla,
comentadla, compartidla… estoy convencido de que viviréis unos momentos
inolvidables, y seguro de que con algunas de las circunstancias y personajes os
sentiréis identificados. Al fin y al cabo no es más que un viaje por los
diferentes caminos que nos ofrece la vida y en esa aventura estamos todos
embarcados.
Para
vosotros y porque esta historia os pertenece.
Oscar da Cunha
12 de noviembre de 215
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Me interesa tu opinión, te contestaré.