EL PUENTE |
Ya sé que no salen
en la foto pero, siempre he sido un tipo con suerte y, aunque hayan pasado
muchos años, yo consigo seguir viéndolos. Él no tendría más de… ¡Bah! ¡Qué más
da! Y ella…, con la luz de su mirada bajos los rizos sigue iluminando las aguas
del arroyo.
Cuentan que todo
el paraje está envuelto en una magia especial, que el sortilegio de las brujas
sigue encerrado entre las rocas de la cueva, que las aguas del reguero
transportan el secreto de la eterna felicidad y que besarse sobre las maderas
de roble del puente de las ilusiones jurándose amor eterno garantiza… ¡Qué va!
Ellos realizaron
el ritual completo hace ya… ¡casi una vida!, pero yo sé que en nada de eso está
el mapa del camino. Cada amanecer, cada anochecida, cada día de sol o de lluvia
hay que renovar el voto de la ilusión. Son muchos los inviernos que me han
demostrado que después del frío llega la luz del verano y que, aunque éste
caliente los cuerpos, los montes se volverán a llenar de nieve y en las largas
noches de temporal habrá que seguir echando leña en el fuego.
EL ARROYO |
Yo también creo en
los lugares mágicos pero, puedo aseguraros que no están ocultos en recovecos
bajo ninguna montaña, no transcurren sobre las piedras que atraviesan el bosque
y los puentes sólo sirven para cruzar sin mojarse los pies. Esos lugares
mágicos se esconden en nuestro interior y es necesaria la voluntad de dos para llegar
hasta ellos. Son la sinceridad y el respeto las que tienden los puentes, es la
complicidad la que hace que el agua se deslice transparente atravesando las
sombras del bosque, y los errores…, esos no se guardan en ninguna de nuestras
cuevas porque, cuando son compartidos, se los lleva el viento con la promesa de
no volver.
Dicen que el amor
es un juego que se disfruta en las distancias cortas, pero yo no estoy de
acuerdo, la vida me ha enseñado a apreciar que en los viajes de largo recorrido
está el auténtico placer. Y tampoco es cierto que los trenes pasen caprichosamente
una vez; cada noche vuelven para recordarnos que, aunque el día se nos haya
escapado entre los dedos, tan sólo ha sido un día y con ambición se puede
recuperar siempre que saquemos dos billetes.
LA CUEVA |
Ya sé que no salen
en la foto pero hoy he vuelto a verlos. Él, con más canas, la sigue mirando
como el primer día y ella, ha conseguido mantener el brillo de sus ojos, por
eso las aguas del arroyo conservan su pureza, por eso el puente sigue en pie y el
sol se cuela entre los orificios de la montaña iluminando la cueva. No busquéis
la magia en ningún lugar, utilizar el poder de vuestras almas para que en cada rincón
os encontréis a vosotros mismos.
Oscar da Cunha
19 de julio de 2013