Bienvenidos.
Vaya por delante que en estos
tiempos tan difíciles para la cultura —y en concreto para la palabra escrita—,
en esta sociedad en la que cada minuto cuenta —sea por trabajo o por el amplio
catalogo entre el que podemos escoger nuestros momentos de ocio—, este saludo
navega acompañado por la más sincera expresión de agradecimiento para cuantos
decidáis pasaros un rato por aquí.
Este espacio, que ahora se
presenta renovado y más amplio, no es nuevo. Algunos —menos de los que me
gustaría y tal vez más de los que merezco—, sois habituales. Amigos ya, a
quienes, gracias a esta aventura que comenzó en septiembre de 2011, os he
podido poner voz y saber hacia dónde apunta vuestra mirada. Otros, me procuráis
una sonrisa cómplice con vuestros comentarios, la oportunidad de aprender
merced a vuestras críticas, también esa correspondencia de leeros, y siempre,
las ganas de conoceros mejor. No faltan los visitantes ocasionales: curiosos,
hasta-luego-Lucas, y despistados que han hecho una breve parada aquí. Hay sitio
para todos en esta marea.
He decidido —espero que con buena
puntería— reunir en un único territorio que facilita el intercambio, esas
oleadas del pensamiento que terminan, a veces en un breve relato, y las más
osadas en una novela. Esta es la marea, con momentos de calma o de temporal, en
la que se mueve mi caja de las ideas. A esta marea estáis invitados, cuantos lo
deseéis, para participar con vuestros comentarios y opiniones. Y debo avisaros
de que, aquí, las aguas en las que nos movemos, se tropiezan con un litoral
salvaje, sin guardacostas ni salvavidas. Dispuestas para navegar libres y sin
censura. Me apropio de unas palabras de Joseph Conrad: «El mar nunca ha sido amigable para el hombre. Siempre ha sido cómplice
de la inquietud humana». Y me permito añadir: Aceptemos el riesgo de
desnudar nuestras inquietudes. Y que cada uno, empezando por mí mismo, asuma
las consecuencias.
Me seguiré esforzando en
mantenerme fiel a mis principios: auténtico y honesto, incierto y tramposo.
Considero que la escritura debe trabajarse como un ejercicio con el que
disfrazamos nuestras intimidades para hacerlas públicas. Quienes escribimos
somos exhibicionistas. Se nos queda pequeño el desnudo privado y solitario. Utilizamos
a los personajes para esconder en ellos nuestros desperfectos y buenas
disposiciones. No, no nos gusta ser leídos, lo necesitamos; y aunque nadie nos
absuelva ni nos admire, intentamos ser descubiertos.
Siempre estaré a la espera de
vuestras críticas. Celebraré las buenas y tomaré correspondiente nota de las malas sin obsesionarme
demasiado, al fin y al cabo jamás me lo tomo como algo personal.
Recuerdo una frase de Víctor
Hugo: «Hay un espectáculo más grande
que el del mar, y es el del cielo; hay un espectáculo más grande que el del
cielo, y es el interior del alma».
Que nunca pare el espectáculo,
amigos. Y a lo dicho tal como lo siento: Bienvenidos todos.
Oscar da Cunha
¡Bien hallado, hermano!
ResponderEliminarEl blog te ha quedado espectacular así, disfrazado de folio en blanco, pero bañado por tantas oleadas de creatividad y talento. ¡Bendito oleaje con su blanca espuma...! Lo que me recuerda no olvidar tomarme una cerveza a tu salud.
Un fuerte abrazo virtual, hasta que se sustituya por el que te dé en persona.
Me alegro de que haya superado la revista de tu ojo crítico. Sí, mejor nos pasamos a la cerveza porque últimamente de las otras espumas no hay ni rastro.
EliminarUn abrazo que te espera.