jueves, 19 de diciembre de 2019

Ahora que todavía quedan balas

Él se da cuenta una mañana en la que el calendario anda con ganas de anunciar que el invierno ha llegado; se detiene, observa la línea de horizonte donde mar y cielo juntan sus azules y entiende que ya no importa lo que insinúen los calendarios. Ellos no deciden. Hablan de números, que son fechas abstractas, y sólo sugieren. Ni caso. Y por fin él percibe que ya ha aceptado una forma distinta de mirar, cargada de experiencias, buenas, terribles y otras peores. Quizá para eso sirvan los viejos tiempos, piensa, pero no conviene volver, no se puede. Él mira las cicatrices que dejaron y le basta recordar que los hubo, que no es un hombre nuevo. Demasiados remiendos que esconder, con orgullo y para que la vida no insista porque no ha sido fácil conservar el pellejo completo.
            Ahora sabe dónde ir y cómo. Reflexiona y sonríe porque eso es una paradoja, qué más dan los lugares y las formas de llegar a ellos. Lo único sólido es el compromiso, y él ha decidido volver a caminar como lo hizo algún otro lejano día, sin garantías; y tal vez eso sea lo mejor, ni siquiera preguntarse si se va a completar cualquier viaje. Porque allí, en ese más adelante que él pretende, de nada sirven las espaldas con leyenda, sólo habrá nuevos momentos con sensaciones desconocidas de las que aprender. Y si hay suerte volver para contarlo.
            Él se gira una última vez y ve que ese cercano ayer no está, es imposible olvidarlo pero ha dejado de estar. Quizá se haya ido al mismo sitio que su infancia, su juventud, los amigos que vivieron con prisa, las hazañas que le perdonaron cada una de sus imprudencias porque le debían una a la suerte, y ese rinconcito donde aprendió que el amor era por encima de todo hacer muchos esfuerzos para saberse necesario. Se pone las gafas de sol porque esas lágrimas son egoístas. Ya está harto de los que vienen para hacerse querer y se marchan.
            Se mete las manos en los bolsillos y comprueba que todavía quedan balas. No muchas pero suficientes para lanzarse hacia adelante, convencido de que se han alterado casi todos los valores y lo que en otro tiempo tuvo importancia ya no es ni siquiera relativo. Le ha llegado el momento de admitir que ha quedado lo que no pudo llevarse la confusión y él ya ha aprendido que las certezas son menos estables que los sueños.
            Sabía que algún día iba a tener que recoger los destrozos, todo llega y tendrán que cuadrar como punto de inicio. Nada de lo que arrepentirse y mucho por hacer. Le silba a su compañero y juntos se marchan por un camino que antes no existía y él acaba de dibujar. No está nada mal para empezar, piensa mientras ya va dando los primeros pasos; un buen perro, una libreta con boli y esa sensación de libertad que se asoma junto a la certeza de que nadie tiene motivos para echarle de menos.

Oscar da Cunha

18+1 de diciembre de 2019