martes, 24 de enero de 2017

Cuenta la leyenda…

            El anciano se reclinó en los almohadones, cerró sus ojos concentrado, imaginando contarle a ese canto que lo acariciaba y su voz empezó, sosegada y cálida, como esa brisa que a nadie le importa de dónde viene sino que se quede.

            —Cuenta la leyenda que el mundo empezó cuando nació una niña. A continuación, todo se fue creando en torno a ella y según despertaban sus sentidos. Quizá las corcheas y semifusas se adelantaron para que aprendiese a utilizar su oído, y de entre todos los sonidos que surgían empezó a conocer la música, ese fue su primer amor. Les envidiaron la madera y el limón, celosos, y como no podía oírlos descubrieron la alquimia de juntarse con el agua para desprender vapores, y comenzó a oler. Pero percibió otros aromas, dulces y refinados que provocaron su más temprana embriaguez, y se le ocurrió la manera de llegar hasta ellos. Por eso abrió los ojos y se le fueron revelando los colores y las formas; lirios blancos y azules, rosas y amarillos, todos hacían bailar sus pétalos atrevidos o serenos, y también floreció su primera sonrisa. Y en el brillo de esa sonrisa y de sus ojos se inspiró el infinito para modelar el alma.
            »Sus primeros pasos fueron tempranos, inseguros pero valientes. Tantas sensaciones encendieron su imaginación, previamente como la luz de un lejano faro que le alcanzaba a ráfagas; después, como un amanecer contándole sobre un horizonte que nunca se apagaba porque contenía todas las luces y ella podría verlas si aprendía con el corazón. Y conoció las palabras y practicó con ellas hasta entender que era posible abrazarlas en una  armonía y esa armonía eran las ideas. Viajó con ellas y se enteró del mundo, y se enteró de que era un regalo. Le hablaron los mares, sabios, porque escondían los misterios de las profundidades, la caricia de muchas orillas y un amor en cada puerto. Compartió secretos con las montañas, mientras sus bosques le enseñaban que perderse era la manera de dibujar nuevos destinos. ¡Ay esos ríos! Rápidos y descarados, ingenuos como ella y siempre con prisa. De ellos aprendió que corriendo es imposible no olvidarse de algo, pero no conviene volver porque lo importante nunca se queda en el camino.
            »Practicó idiomas. Ese con tantas consonantes del león y del tigre. Los insolentes monos le enseñaron muchas maneras de reírse y el lenguaje de los signos. Con el águila descubrió que se puede hablar con la mirada, y en ella quedó fijada la promesa de prepararse para volar. ¿Cómo sino conseguiría aterrizar después de cada sueño? Y del perro entendió el verbo amistad, que no es un verbo pero enseña cómo se conjuga querer en el modo incondicional; conoció a uno vagabundo, un poco golfo pero son los que mejor educan porque ya han estado donde quieres ir, y se dejó adoptar por él.
            »Un día volvió de lo leído y entonces empezó a escribir su vida, ya estaba preparada para caminar junto a los de su especie, los más complicados. Intentaron confundirla, involucrarla en sus accidentados tiempos llenos de problemas creados por no saber apreciar que en lo más sencillo vive lo valioso. Pero no lo consiguieron porque ella había orientado ya la dirección de sus sentidos hacia todo lo que necesitaba. Le hablaron de pasados oscuros y futuros inciertos, pero no les creyó porque ella llegaba enseñada de que antes de cada presente hubo otro presente y ya se vivió sin pensar en cómo llegar a este; y después vendrían otros presentes en los que tampoco merecía pensar, porque cada siguiente de esos otros presentes siempre es la continuación de lo que se aprende en el único que nos pertenece, y no de cómo se pretende vivirlo sin haber vivido por preocuparse pensando en él.
            »Cuenta la leyenda que no la creyeron, pero también cuenta que todos podemos ser esa niña si aprendemos a creer.

            El anciano abrió los ojos y se enfrentó a la embriagada mirada de ese pajarillo del que tanto amaba su canto. Le abrió la puerta y sonrió feliz al verlo volar.

Oscar da Cunha
24 de Enero de 2017 

1 comentario:

  1. Qué hermoso regalo,mi querido Salao.Ya lo es el contar contigo en el día a día pero lo que cuenta esta leyenda me resulta tan cercano.Gracias,amigo

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