Desde
hace unos meses en que me interné en
este mundo informático he podido comprobar que somos muchos: mujeres, hombres,
jóvenes, menos jóvenes, viejos, y menos viejos, los que tenemos inquietudes
literarias. Escribimos, leemos, intercambiamos opiniones, en pocas palabras:
disfrutamos y mejoramos. He descubierto discretos blogs, creados por anónimos
personajes - que por desgracia, o quizás por suerte, nunca pasaremos a la
historia de la literatura “oficial” - en los que he podido encontrar auténticas
joyas de la palabra escrita. Opiniones, cartas, poemas, ensayos, fragmentos
literarios expresados con frescura y libertad, no condicionadas por la
conveniencia comercial.
Cuando
terminé de escribir “La Sonrisa de la Magdalena” - mi primera intromisión en el
mundo literario - surgió la lógica necesidad de “ser escuchado”. La típica
copistería fue mi primera editorial, y empecé a repartir ejemplares entre
amistades y conocidos con ganas de tragarse mis trescientas sesenta páginas;
ese fue mi primer contacto con el placer. Me leían, me comentaban, me
criticaban. Yo estaba cumpliendo el objetivo pero vaciando mis agujereados
bolsillos. ¿Cómo seguir? Envié unos cuantos manuscritos a algunas editoriales
que por supuesto ni siquiera se molestaron en contestarme, y mi ansiedad por
seguir siendo leído me introdujo en la red. Inmediatamente, tras poner en
marcha mi humilde blog, he empezado a recibir mensajes de apoyo,
agradecimientos, críticas que modestamente acepto y que me ayudan a corregir
mis errores, elogios empujados por la amistad, etc… Todo ello, está resultando
una experiencia mucho más gratificante de lo que en el inicio pude imaginar.
No
he inventado nada nuevo, al contrario, he descubierto y me he asomado a una
actividad que muchos llevan practicando desde hace tiempo. El cariño con el que
he sido recibido en esos círculos abiertos a todo quién quiera compartir,
ofrecer, y recibir gratuitamente, me ha llevado a la convicción de haber
conseguido ya mi objetivo, aunque mi “carrera” no ha hecho más que comenzar.
Ahora, durante mi actividad profesional diaria, los obstáculos se han
minimizado; sé que al final del día abriré mi ordenador y volveré a encontrarme
con esa comunidad que tantos buenos momentos me está haciendo pasar. Ahora
tengo claro que esto es lo que buscaba cuando empecé a desahogarme golpeando
teclas.
En
estos períodos especialmente delicados, económicamente, la red nos permite
disfrutar de la literatura sin tener que pasar por “caja”, sin seguir el juego
de los grandes monopolios editoriales. Merece la pena cuando todos tenemos algo
que dar y recoger. Es un placer para mí unirme a los muchos que, hace ya un
tiempo, iniciaron esta aventura humana; y un gran honor, ahora, formar parte de
ella.
Quiero sumar mi voz a todos los que ya lleváis tiempo regalando,
disfrutando e invitando a que cada día seamos más. ¡Que esto no pare!
Oscar da Cunha