viernes, 7 de octubre de 2011

Intercambio Libre y gratuito. ¡Que esto no pare!



   Desde hace unos meses en  que me interné en este mundo informático he podido comprobar que somos muchos: mujeres, hombres, jóvenes, menos jóvenes, viejos, y menos viejos, los que tenemos inquietudes literarias. Escribimos, leemos, intercambiamos opiniones, en pocas palabras: disfrutamos y mejoramos. He descubierto discretos blogs, creados por anónimos personajes - que por desgracia, o quizás por suerte, nunca pasaremos a la historia de la literatura “oficial” - en los que he podido encontrar auténticas joyas de la palabra escrita. Opiniones, cartas, poemas, ensayos, fragmentos literarios expresados con frescura y libertad, no condicionadas por la conveniencia comercial.

   Cuando terminé de escribir “La Sonrisa de la Magdalena” - mi primera intromisión en el mundo literario - surgió la lógica necesidad de “ser escuchado”. La típica copistería fue mi primera editorial, y empecé a repartir ejemplares entre amistades y conocidos con ganas de tragarse mis trescientas sesenta páginas; ese fue mi primer contacto con el placer. Me leían, me comentaban, me criticaban. Yo estaba cumpliendo el objetivo pero vaciando mis agujereados bolsillos. ¿Cómo seguir? Envié unos cuantos manuscritos a algunas editoriales que por supuesto ni siquiera se molestaron en contestarme, y mi ansiedad por seguir siendo leído me introdujo en la red. Inmediatamente, tras poner en marcha mi humilde blog, he empezado a recibir mensajes de apoyo, agradecimientos, críticas que modestamente acepto y que me ayudan a corregir mis errores, elogios empujados por la amistad, etc… Todo ello, está resultando una experiencia mucho más gratificante de lo que en el inicio pude imaginar.
   No he inventado nada nuevo, al contrario, he descubierto y me he asomado a una actividad que muchos llevan practicando desde hace tiempo. El cariño con el que he sido recibido en esos círculos abiertos a todo quién quiera compartir, ofrecer, y recibir gratuitamente, me ha llevado a la convicción de haber conseguido ya mi objetivo, aunque mi “carrera” no ha hecho más que comenzar. Ahora, durante mi actividad profesional diaria, los obstáculos se han minimizado; sé que al final del día abriré mi ordenador y volveré a encontrarme con esa comunidad que tantos buenos momentos me está haciendo pasar. Ahora tengo claro que esto es lo que buscaba cuando empecé a desahogarme golpeando teclas.

   En estos períodos especialmente delicados, económicamente, la red nos permite disfrutar de la literatura sin tener que pasar por “caja”, sin seguir el juego de los grandes monopolios editoriales. Merece la pena cuando todos tenemos algo que dar y recoger. Es un placer para mí unirme a los muchos que, hace ya un tiempo, iniciaron esta aventura humana; y un gran honor, ahora, formar parte de ella.

   Quiero sumar mi voz a todos los que ya lleváis tiempo regalando, disfrutando e invitando a que cada día seamos más. ¡Que esto no pare!

Oscar da Cunha

lunes, 3 de octubre de 2011

TENÍA QUE SER HOY


Todavía me quedan muchas cajas por abrir, sé lo que contienen algunas y nunca volveré a abrirlas. Es lo que tiene un traslado. Objetos de un pasado que no siempre aparece cuando tienes puesto el disfraz de Superman. Pero ese cartón llevaba días llamando al timbre.
Noche de lunes, recién estrenado el martes hace unos minutos. La semana laboral ya ha comenzado y queda atrás la flojera del finde. ¿Por qué no ha ahora? No ha sido un mal día. Admito que noté un ligero temblor en mi mano al soltar el precinto. El pequeño estuche de madera estaba lleno de viejos recortes de periódico, lo recordaba. Noticias de un pasado durante el que quisimos descubrir un  mundo lejano y mejor: con tres soles, cuatro lunas, y vecinos con los ojos plateados. El carné de socio de un club al que pertenecíamos tan sólo dos de este planeta, y millones de amigos de otros, que por algún motivo, no tenían nuestro teléfono.
La foto apareció boca abajo, no necesité darle la vuelta para verlo vestido con su chaqueta azul de capitán de nave y su pantalón blanco. Creo que yo también estoy en el retrato, pero no me fijé. Al fin y al cabo era el día de su comunión; además, como en todas las fotos en las que estamos juntos, yo sólo le veo a él. La vida te va enseñando a fijarte únicamente en las cosas que merecen la pena.
Nos presentaron una tarde gris de hace ya más de cuatro décadas. Mi pistola mata-marcianos era igual que la suya, y eso selló nuestra amistad. Ambos, supimos en ese momento, que estábamos destinados a hacer el mismo viaje aunque no siempre compartiésemos nave. Hoy me toca darle gracias a la vida por habérmelo dado, a él.
Necesité sentarme encima de algo, no recuerdo qué, contemplando la foto. Con su traje ya apuntaba maneras, quedaba claro que él iba a convertirse en el Capitán Fantástico del disco que su primo Elton le dedicó años después.
¡Y qué bien lo ha hecho! Nadie de los que, hasta la fecha hemos tenido la suerte de compartir su viaje, lo dudamos. Yo mismo he vaciado el combustible de mi nave en varias ocasiones, y nunca me ha dado tiempo a enviarle un s.o.s.; me conoce bien y siempre lleva un bidón de repuesto.
No ha tardado en abrirse el archivo: días, noches, momentos, palabras, imágenes, sentimientos - sobre todo sentimientos - . El disco duro de mis recuerdos está lleno de él. Siempre que he reído, su sonrisa me ha acompañado. Cuando he llorado, nunca me ha faltado su consuelo. Cuando no ha podido estar a mi lado, también lo he sentido junto a mí. A veces, por estas cosas que tiene la vida, mi hoja de ruta me ha llevado por caminos alejados del suyo. Nunca he tenido miedo de perderlo, ventajas de ser el hermano pequeño, él siempre ha previsto llevar un catalejo y sudar contemplando mis devaneos.  

Seguramente hoy no vaya a felicitarte en persona, incluso ni te llame por teléfono, tampoco sería la primera vez, me conoces y estás acostumbrado a mis desvaríos; pero serán pocos los momentos del día en los que no me acuerde de ti.
Has estado presente en los instantes más importantes de mi vida, los buenos y los amargos. Sólo te eché en falta, en la estación, el día en que me secuestraron para vestirme de caqui. Te lo paso porque tenías una buena coartada, no podías dejar escarpar esa joya que te había escogido para casarse. Esa bruja, al final, ha sido la que más tiempo lleva disfrutándote. 

Hay muchas razones por las que, a veces, me hubiera gustado que mi pasado perteneciera a otra persona, pero el precio a pagar sería muy alto. Él, con su consuelo, su alegría, y en momentos su tristeza, fue mi eterno compañero durante la niñez. Me regaló las primeras lecciones para caminar, no en la vida sino hacia la vida. Junto a él aprendí a no perder el sueño por un juguete roto, y me enseño a recrear muchos sueños que se construyen sin juguetes. Compartió mis momentos más amargos y me permitió  participar en los suyos.
Lentamente, la vida nos fue enseñando sus múltiples caras. Yo siempre lo tuve más fácil, él era el primero en comprobar la solidez del terreno. Y este no es un momento peor que otro para confesar que yo también he llevado discretamente escondido un catalejo. A pesar de la distancia que en momentos nos ha separado, continuamente he procurado seguir el polvo que levantan sus botas   
Han pasado muchos años y todo sigue igual; él camina dejando caer discretamente las migas de pan que me permiten convencerme de que soy yo quien aparta las ramas con mi machete. A veces me paro a contemplar el horizonte que me queda por recorrer y consigo verlo, parándose un instante, con una sonrisa resignada para echar una mirada atrás, seguro de que una vez más tendrá que interrumpir su expedición para recomponer mi hoja de ruta.
Hace ya un buen momento que es cuatro de octubre. Año-nuevo en nuestro mundo privado, un planeta en el que aterrizamos dos y que ahora se ha llenado de muchos que le siguen a él. Cierro el estuche de madera, con su imagen tan viva como la tarde en que la suerte me lo concedió.
Sabía que conservaba esa foto, pero tenía que ser hoy…