Todavía me quedan muchas cajas
por abrir, sé lo que contienen algunas y nunca volveré a abrirlas. Es lo que
tiene un traslado. Objetos de un pasado que no siempre aparece cuando tienes
puesto el disfraz de Superman. Pero ese cartón llevaba días llamando al timbre.
Noche de lunes, recién estrenado
el martes hace unos minutos. La semana laboral ya ha comenzado y queda atrás la
flojera del finde. ¿Por qué no ha ahora? No ha sido un mal día. Admito que noté
un ligero temblor en mi mano al soltar el precinto. El pequeño estuche de
madera estaba lleno de viejos recortes de periódico, lo recordaba. Noticias de
un pasado durante el que quisimos descubrir un
mundo lejano y mejor: con tres soles, cuatro lunas, y vecinos con los
ojos plateados. El carné de socio de un club al que pertenecíamos tan sólo dos
de este planeta, y millones de amigos de otros, que por algún motivo, no tenían
nuestro teléfono.
La foto apareció boca abajo, no
necesité darle la vuelta para verlo vestido con su chaqueta azul de capitán de
nave y su pantalón blanco. Creo que yo también estoy en el retrato, pero no me
fijé. Al fin y al cabo era el día de su comunión; además, como en todas las
fotos en las que estamos juntos, yo sólo le veo a él. La vida te va enseñando a
fijarte únicamente en las cosas que merecen la pena.
Nos presentaron una tarde gris de
hace ya más de cuatro décadas. Mi pistola mata-marcianos era igual que la suya,
y eso selló nuestra amistad. Ambos, supimos en ese momento, que estábamos
destinados a hacer el mismo viaje aunque no siempre compartiésemos nave. Hoy me
toca darle gracias a la vida por habérmelo dado, a él.
Necesité sentarme encima de algo,
no recuerdo qué, contemplando la foto. Con su traje ya apuntaba maneras,
quedaba claro que él iba a convertirse en el Capitán Fantástico del disco que
su primo Elton le dedicó años después.
¡Y qué bien lo ha hecho! Nadie de
los que, hasta la fecha hemos tenido la suerte de compartir su viaje, lo
dudamos. Yo mismo he vaciado el combustible de mi nave en varias ocasiones, y nunca
me ha dado tiempo a enviarle un s.o.s.; me conoce bien y siempre lleva un bidón
de repuesto.
No ha tardado en abrirse el
archivo: días, noches, momentos, palabras, imágenes, sentimientos - sobre todo
sentimientos - . El disco duro de mis recuerdos está lleno de él. Siempre que
he reído, su sonrisa me ha acompañado. Cuando he llorado, nunca me ha faltado
su consuelo. Cuando no ha podido estar a mi lado, también lo he sentido junto a
mí. A veces, por estas cosas que tiene la vida, mi hoja de ruta me ha llevado
por caminos alejados del suyo. Nunca he tenido miedo de perderlo, ventajas de
ser el hermano pequeño, él siempre ha previsto llevar un catalejo y sudar
contemplando mis devaneos.
Seguramente hoy no vaya a
felicitarte en persona, incluso ni te llame por teléfono, tampoco sería la
primera vez, me conoces y estás acostumbrado a mis desvaríos; pero serán pocos
los momentos del día en los que no me acuerde de ti.
Has estado presente en los instantes
más importantes de mi vida, los buenos y los amargos. Sólo te eché en falta, en
la estación, el día en que me secuestraron para vestirme de caqui. Te lo paso
porque tenías una buena coartada, no podías dejar escarpar esa joya que te
había escogido para casarse. Esa bruja, al final, ha sido la que más tiempo
lleva disfrutándote.
Hay muchas razones por las que, a
veces, me hubiera gustado que mi pasado perteneciera a otra persona, pero el
precio a pagar sería muy alto. Él, con su consuelo, su alegría, y en momentos
su tristeza, fue mi eterno compañero durante la niñez. Me regaló las primeras
lecciones para caminar, no en la vida sino hacia la vida. Junto a él aprendí a
no perder el sueño por un juguete roto, y me enseño a recrear muchos sueños que
se construyen sin juguetes. Compartió mis momentos más amargos y me permitió participar en los suyos.
Lentamente, la vida nos fue
enseñando sus múltiples caras. Yo siempre lo tuve más fácil, él era el primero
en comprobar la solidez del terreno. Y este no es un momento peor que otro para
confesar que yo también he llevado discretamente escondido un catalejo. A pesar
de la distancia que en momentos nos ha separado, continuamente he procurado
seguir el polvo que levantan sus botas
Han pasado muchos años y todo
sigue igual; él camina dejando caer discretamente las migas de pan que me
permiten convencerme de que soy yo quien aparta las ramas con mi machete. A
veces me paro a contemplar el horizonte que me queda por recorrer y consigo
verlo, parándose un instante, con una sonrisa resignada para echar una mirada
atrás, seguro de que una vez más tendrá que interrumpir su expedición para
recomponer mi hoja de ruta.
Hace ya un buen momento que es cuatro
de octubre. Año-nuevo en nuestro mundo privado, un planeta en el que
aterrizamos dos y que ahora se ha llenado de muchos que le siguen a él. Cierro
el estuche de madera, con su imagen tan viva como la tarde en que la suerte me
lo concedió.
Sabía que conservaba esa foto,
pero tenía que ser hoy…
¿Que no hay comentarios? ¿Dónde está, pues, ese que tantas veces he querido dejar y nunca me he decidido a escribir?
ResponderEliminarOtra prueba más, hermano, que demuestra que la intención viaja más rápida que el propósito. Pero en esta vía sin tiempo siempre es presente, y se mantiene que cualquier día tenga que ser hoy.
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