Todavía recuerdo
el día que nos conocimos, estabas en la jaula del fondo, la de los que ya no se
acercan a los barrotes buscando esa esperanza que les devuelva el cariño que
nunca tuvieron; la de los desengañados por no haber aparecido por este mundo con
el aspecto un bonito peluche con rizos; esa jaula en la que los están, saben
que ese será su último hogar. Nos cruzamos los ojos y tu sincera mirada no me
hizo ninguna falsa promesa; observándote, me di cuenta de que no te conformarías
con cualquier cosa y aunque yo nunca he sido más que eso, me quisiste aceptar.
La primera noche
ya me asombraste; te regalé un muñeco, tu primer juguete; con decisión fuiste
al armario donde me habías visto guardar mi abrigo y allí lo dejaste para
después volver y sentarte a mi lado, desde entonces no sé pronunciar la palabra
compañera sin decir tu nombre, desde entonces siempre me han escoltado dos
sombras. Has bailado cuando me has visto alegre y te he descubierto alguna lágrima
cuando la tristeza me ha rodeado. Y aunque la naturaleza no te regaló gran
tamaño ni fuerza poderosa, quién me afrentase, sabía que iba a tener que
decidir entre su vida y la tuya. Ese valor, que nunca te faltó, es una de las
muchas cosas que aprendí de ti.
¡Y cómo has sabido
hacerte amiga de mis amigos! De los auténticos, también en eso fuiste buena
consejera. La vida te enseñó a mirar a los ojos y distinguir la verdad en
ellos, siempre has sido una persona muy inteligente.
La suerte nos ha mantenido
unidos durante trece años, sin rituales, sin papeleos pero, como se suele
decir, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad y nunca te
he visto protestar, aunque la cama fuese dura y fría, si era junto a mí. Nunca
fuiste amiga de los lujos, cuando los hubo; y en la escasez, cuando compartíamos
ración, no por casualidad elegías el trozo más pequeño.
Entre algunas de
las razones por las que nos hemos parecido es porque ambos somos callejeros y
de mil razas, pero tú estuviste más acertada y te quedaste con lo mejor de cada
una. La elegancia y la belleza te las guardaste bien dentro, decidida a no
entregársela más que a quien las supiera apreciar, ¡qué suerte tuve de ser yo
el elegido!
Fuiste mi guía en
las noches sin luna, compartiste los chaparrones en cada tormenta y me ayudaste
a soportar el calor bajo el sol cuando nos faltó un techo. Yo, a cambio, sólo te
enseñé a nadar y a montar en la Vespa. A partir de hoy la mar estará más salada,
las lágrimas nunca son dulces, y quizás, a la moto no le falten buenas razones
para no volver a arrancar.
Se lo tendré que
contar a Rosy, tu amiga, la compañera de esquina de Isma; no sé si acertaré con
las palabras, aunque quizás no hagan falta, son de los nuestros y con una
mirada será suficiente. Por los peludos no te preocupes, últimamente ya se
habían dando cuenta de que no estabas en forma para hacer la ronda de cada noche
y recogerlos y ya viste cómo te acompañaban despacito, a tu lado, en tus
últimos paseos. Te añoraran mientras sigan en este lado pero a todos les servirá
de consuelo saber que, cuando les llegue su hora, volverán a correr contigo en
ese paraíso donde ya no existe el
sufrimiento y las enfermedades del cuerpo ni siquiera son un recuerdo.
Y a mi, sé que ya me has perdonado, lo he leído en tus ojos cuando, con tu última mirada, te has
despedido para descansar en el sueño final. Contra tu voluntad he tenido que
tomar la decisión de poner fin a tus padecimientos, no me cabe duda de que hubieses
preferido seguir a mi lado aunque la tortura de tu cuerpo te mantuviese casi
paralizada pero, por una vez, la prioridad ha sido la tuya. Te has ido
durmiendo, serena, relajada y por fin sin dolores mientras, yo no he dejado de
acariciar tu cabeza, tu pelo, tu frente, se te han ido cerrando tus preciosos
ojos con una sonrisa más sincera que la mía porque, yo me estaba desgarrando
por dentro al verte marchar.
Son muchos los que
te echarán de menos, supiste ganarte la amistad de los que merecían la pena,
pero a mi me dejas desnudo y pensando
solamente en el día que la suerte nos vuelva a juntar.
Hasta pronto
cariño, espérame entre las estrellas.
Oscar da Cunha
9 de agosto de 2013
Nati,yo soy una de las que te echará-te echa ya-de menos porque,sí,ganaste mi amistad.Corta pero entrañable.
ResponderEliminarSí,acepto tu herencia-y no a beneficio de inventario-y procuraré ser fiel como tú a Oscar y Lou.Prometo cuidar de ellos...si me dejan.Prometo hacerme de querer por ellos, aunque como tú ¡imposible,Nati !
Un abrazo muy fuerte, Oscar!!Hay ciertos amores que nos dejan heridos de por vida cuando nos faltan.Tengo la certeza de que si existe un cielo, ellos son los primeros que nos saldrán al encuentro.
ResponderEliminarCompañero... no tengo palabras, cualquiera que pudiese usar no mitigaría mínimamente vuestro dolor... solo os diré que estoy aquí igual que muchos otros, y que, pese a que se que el dolor no puede ser compartido, tenéis en mi un amigo que estará ahí siempre que os haga falta... un abrazo amigo mío y animo, no estáis solos...
ResponderEliminartuve la suerte de conocerla,me acuerdo el primer día que me mordía los dedos de los pies para llamar la atención, grandiosa era Nati, animo ella te esperara junto a max abrazos
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