—¿Tienes miedo?
—No.
—¿Sientes algún dolor?
—No.
—¿Frío?
—No, estoy bien. ¿Dónde estoy?
—Estamos dentro del silencio.
—¡Ah! —exclamé—. ¿Y qué hacemos aquí?
—Esperar.
—¿A qué?
—A que se abra una puerta.
—No veo ninguna puerta.
—¿Ves algo?
—No, no veo nada. Tampoco te veo a ti.
—Es normal, no te preocupes…
—No estoy preocupado.
—… el silencio es oscuro, no hay ninguna luz,
cuando te hayas acostumbrado te decepcionará porque no es eterno. Se abrirá una
puerta y veremos por donde sigue el camino.
—¿El camino? ¿Cuándo?
—Aquí no hay cuando, no hay ahora ni después,
aquí no hay tiempo, ya te lo he dicho estamos dentro del silencio.
—Perdona, pero no entiendo nada. ¿Quién eres
tú?
—¡Ja! ¿Quién soy yo? Deberías empezar por
preguntarte quién eres tú.
—¿Yo?
—Sí, tú. ¿Quién eres?
—…no lo sé —respondí.
—¡Bien! De momento te llamaremos N.
—¿N?
—Sí, N de Nuevo. Yo me llamo A, de Antiguo.
—Deduzco que llevas aquí mucho tiempo…
—Aquí no hay tiempo, ya te lo dije.
—Bueno…, llegaste antes que yo.
—No, llegamos a la vez. He escogido ese
nombre porque yo ya he estado aquí antes.
—Y… ¿Hay alguien más?
—No, estamos solos, este es nuestro silencio.
—¿Por qué estamos aquí?
—Es lo normal en nuestra situación, no es más
que un instante imperceptible, casi inmedible, pero tómatelo con calma ya te
dije que aquí no hay tiempo. ¿No recuerdas nada?
—No. ¡Bueno sí! Mi nombre, me llamo Nuevo.
—¿Y antes, como te llamabas?
—No hay antes, dijiste que aquí no hay
tiempo.
—Aquí no, pero antes de entrar en el silencio
si lo hubo.
—¿Y qué ocurrió? ¿Cómo era?
—Yo no puedo recordar tu tiempo, cada uno es
responsable del suyo.
—¿Y tú? ¿Recuerdas tu tiempo?
—¡No! Pero recuerdo una historia.
—¿Es la historia de tu tiempo?
—…No lo sé.
—¡Cuéntamela, Antiguo! Igual en esa historia
encontramos los recuerdos de nuestro tiempo. Si ahora compartimos el mismo
silencio, es posible que también tengamos un tiempo en común.
—No estamos aquí para eso, para contar
historias. No creo que sea una buena idea…
—¡Espera Antiguo! antes dijiste que estamos
aquí porque es lo normal en nuestra situación. ¿A qué te refieres? ¿Cuál es
nuestra situación?
—Te lo acabo de decir, esperar a que se abra
una puerta.
—También me has hablado de un camino que hay
detrás de la puerta, Antiguo ¿qué camino es ese?
—No lo sé, nadie lo sabe hasta que se abre la
puerta.
—Pero tú ya has estado aquí antes.
—Sí.
—¿Y qué camino seguiste?
—El camino del laberinto.
—¿Y a donde te llevó?
—El laberinto no lleva a ninguna parte, consiste
en andar, siempre cambiando de ruta; buscar, intentando una salida y concluir
que lo importante no es salir de él, sino recorrerlo.
©Oscar
da Cunha
20
de agosto de 2013
Dedicado
a…
Estupendo, como siempre. Efectivamente, nadie conoce lo que hay detrás de la puerta hasta que decide cruzarla. Saludos.
ResponderEliminarUn abrazo gorila, te echaba de menos. Cuantas puertas nos pone la vida...
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