En fa menor
“INVIERNO”
Aggiacciato
tremar tra nevi algentiAl severo spirar d'orrido Vento,Correr battendo i piedi
ogni momento;E pel soverchio gel batter i denti;Passar al foco i di quieti e
contentiMentre la pioggia fuor bagna ben centoCaminar Sopra 'l ghiaccio, e à
passo lentoPer timor di cader girsene intenti;Gir forte sdrucciolar, cader à
terraDi nuovo ir sopra 'l ghiaccio e correr forteSin che 'l ghiaccio si rompe,
e si disserra;Sentir uscir dalle ferrate porteScirocco, Borea, e tutti i Venti
in guerraQuest'è 'l Verno, mà tal, che gioja apporte. Antonio
Vivaldi
Allegro non molto
Una lluvia
impenitente cae sin darse siquiera un atisbo de descanso. Desde hace tres días,
las habituales gotas han cedido el paso a chorros enfurecidos que rebotan
contra el suelo. La lluvia no es lluvia, las nubes descargan piscinas celestiales sobre la tierra
castigándola con densas cortinas de agua que distorsionan la realidad y hacen
inútiles nuestros paraguas como si quisieran borrar todos los pecados
cometidos, limpiar con energía toda la suciedad ambiente. El río se hace eco
del mensaje y baja crecido desbordando el cauce con su tremendo poderío frente
a los vanos esfuerzos de los humanos por domeñar tan temible intento. Son días
en los que la madre naturaleza se dispone a mostrar su poderoso músculo para
recordarnos que ante ella somos sólo minúsculas y pretenciosas hormiguitas; que,
si quiere, puede cegar nuestro hormiguero, ganarnos la partida...
A mi, la mar, con su poderosa soberbia, me
insta a retroceder mis pasos sobre la nieve y buscar refugio en mis
interiores. Como todos los años, fiel al calendario, el invierno se encarga de
convertirla en pregonera de fríos, nieves y tempestades, en territorio hostil;
espectáculo en el que no estoy invitado a participar, consintiendo llevarme tan
sólo el aroma de la sal y el recuerdo de los bailes otoñales entre sus olas.
Blanco por esa espuma marina que añora
recuperar territorios que le fueron robados. Ese blanco que comienza a atrapar
mi mirada, invadiendo mi hoja de ruta, preparándola para los aconteceres que
volverán a escribir una nueva página de mi historia, hoy todavía expectante. Blanco
por ese suelo tapizado con las primeras nieves que limpian mi memoria
convenciéndome de que cualquier tiempo pasado tan sólo fue anterior. Blanco
como el frío húmedo que hoy llega del noroeste, cicatrizando heridas,
anunciando que es momento de sacudirse las sombras que dejó el curso anterior.
Invierno que, como en cada nuevo ciclo, improvisa su llegada, tempestuosa, brutal, y nos empuja a refugiarnos en renovadas
esperanzas, a afrontar una nueva fase que como las anteriores será diferente,
con alegrías y desengaños, con sueños que verán la amanecida y jarrones que ya
no se podrán recomponer.
Abro los ojos a duras penas. Ya es tarde pero
una luz lechosa apenas logra aún hacer visible el interior de la alcoba. Con
gran esfuerzo, consigo desasirme del abrazo cálido con el que intenta retenerme
el edredón. Entonces me acerco despacio a la ventana reteniendo la respiración
para que su vaho no nuble esa fantasía
de nervaduras vegetales dibujadas por un pincel de hielo. Forman un delicado
encaje entretejido con gruesos
lagrimones de lluvia congelada.
Mientras admiro la filigrana laboriosamente
grabada por el frío en el cristal, afuera, una inmensa capa de piel de hielo
cubre la calle y las ramas muertas de los árboles. Tan sólo un silencio sonoro
presta su música muda al bello y triste espectáculo. Tiempo de hibernación para
los seres vivos. ¿Qué será de los sin techo?
La resplandeciente belleza de la nieve virgen
es efímera en mi ciudad. Bastarán dos grados de más y un repentino chaparrón para
verla derretirse en agua transparente. Bastará también con que un par de coches
se atreva a ensuciar su pureza con ese rastro de goma negra y pegajosa
convirtiéndola en un repulsivo engrudo gris. ¿Cómo se atreven a engolfar así a
la reina del invierno?
Pero amiga, dejemos la ciudad, acompáñame al
bosque donde hay mil paseos en los que el invierno nos muestra su pureza
regeneradora, maderas que ya dejaron de serlo y nuevos brotes que empiezan a
desperezarse bajo el frío, como yo mismo que fui fruto de esta cosecha. ¡Mira
allí!, junto al roble desnudo, la veterana encina que esconde bajo la nieve
pura, que cubren sus hojas, secretos que en primavera nos serán revelados. Y la
mimosa, en la curva de los sueños, intentando añadir más color al paisaje, aprovechando
esta ligera brisa para deshacerse de la fina capa de polvo blanco y animarnos
con sus borlas amarillas, llenando con su perfume este rincón donde la fantasía
es pura realidad. Por eso la llaman la curva de los sueños.
Largo
Ya entre las viejas coníferas encuentro
el sosiego, grabando mis huellas sobre el impoluto camino que ha dejado la
primera invernada. La nieve se añila con el reflejo de ese cielo brillante y
consigo imaginar el mundo como me gusta, azul. Esos compases de silencio que envuelven
el bosque hoy atemperan mi memoria, y recupero la sorpresa en los ojos de aquél
niño que atrapó con su mano el primer copo de nieve, que lanzó su primera bola
contra el guiño de aquella morenita del tercero, nunca tuve buena puntería,
pero ella lo interpretó mejor y conseguí una segunda sonrisa.
La alfombra blanca entierra las hojas llenas
de recuerdos que fueron tallando mi agenda durante el año. Melancólicas,
algunas; rasgadas y rotas, otras, por los mil errores de los que tuve que
aprender; las dulces y húmedas procuro rescatarlas, sólo esas quiero que formen
parte de mi pasado. Ahora, en este nuevo paseo por el viejo bosque cada pisada
constituye una nueva huella en el camino, el rastro de una andadura por un
suelo que se ha convertido en blanco, puro, y que pronto desparecerá con el
cambio de estación, pero debemos acostumbrarnos a que nuestros pasos, así como
nuestra propia presencia, no son inmortales.
De la naturaleza cambiante debemos aprender que
la vida se renueva cada ciclo, que uno no debe anclarse en los lastres del
pasado, que la sabiduría permanece inmutable bajo los hielos y es sólo ésta la
que merece la pena.
Con el respeto que se merece, sacudo al
veterano abeto y recibo la nevada que éste me regala, refrescante, reparadora,
bajo un cielo perfecto. Entre sus agujas,
ahora verdes, distingo tantos errores que no deberán repetirse, viejas memorias
acumuladas a lo largo del camino anual. ¿Olvidar? No es ese el propósito, todo
gira y se renueva, esa es la lección de
las estaciones. ¡Aprender! Ahí está la clave, mantenerse siempre erguido como
tú, abeto centenario. Volverán a deslumbrarte primaveras con sus colores,
volverán a sofocarte veranos con sus calores, pero siempre habrá otros
inviernos que te conviertan en el dueño y señor de los fríos, acompañante
blanco de este paseo que nos devuelve la esperanza de que pese a todo, nuestros
sueños sobrevivan.
El viento se llevó el romanticismo del otoño,
con sus recuerdos, dejándonos una naturaleza casi desnuda sin rojizos ni dorados;
un paisaje sin añoranzas, pero con la esperanza de una nueva primavera como el
aroma que hoy nos trae el jazmín. De un nuevo amanecer multicolor como las
prímulas. Y el rojo de esas bolitas de acebo, junto al arroyo, que no llegó a
congelarse, anuncio de nuevas pasiones que durante el resto del año deberemos
aprovechar.
No desperdiciemos la escasa luz de los días
que acorta la estación para acariciar al nogal desnudo, para consolar al sauce
que llora por sus hojas que ventearon tantas memorias. Me abrazo al indigente
castaño, que ahora, con su alma aterida necesita mi calor tanto como yo, en
verano, agradeceré la sombra bajo la que iré tallando mi piedra.
¡Mira allí! entre las nieves que acumula el
abedul se esconde la lechuza, esperando la larga noche; sabe que con las muchas
horas de oscuridad su trabajo será más fácil, de ella aprendemos que la
paciencia es la actitud que nos ayuda a soportar contratiempos y dificultades.
Admira el vuelo del águila bajo la nevada, majestuoso; silenciosa nos enseña
con su planeo que la elegancia reside en la eficacia y sencillez.
Allegro
Mientras
recorro el parque, observo los estragos de los vientos de invierno: ramas
heridas, ramas muertas, brutalmente desgajadas de los troncos de viejos árboles
devastados. Aún me falta cruzar el puente sobre el río helado. Cuando haya
logrado atravesarlo luchando denodadamente por mantener el equilibrio, sabré
que, una vez más, el gorro de lana, bien calado, no habrá podido evitar que mis
orejas se hayan vuelto de cera; que la gruesa bufanda no habrá impedido que un
extraño rubor frío haya enrojecido mis mejillas, y que mis labios apretados se
habrán cuarteado hasta el dolor. Con nariz de payaso llegaré al fin a mi
destino intentando sonreír. "Buenos días", por decir algo.
Así es la naturaleza del tempus hibernum, nos
alecciona renunciando a esas partes de nuestra breve pero intensa historia que
ya no suman en nuestro arqueo, ramas muertas, heridas, desgajadas… No temas,
amiga, la prueba del puente sobre el helado río, forma parte de ese ritual de
iniciación al nuevo ciclo que, de momento y hasta que nuestros inviernos se agoten,
seguiremos superando. Es el ensayo sobre el equilibrio por el que nuestra propia
vida transcurre y que en cada nueva luna aprendemos a atravesar con más aplomo.
Pero este tiempo es de agradecimiento:
“Allegro”, pese al frío, pese a las mejillas ruborizadas, es el momento de
lucir esa nariz de payaso, es la ocasión para sonreír y provocar sonrisas, para
agradecer un nuevo amanecer que llega vestido de blanco, como se accede con la
ilusión de un nuevo futuro a ese matrimonio con la vida.
Ya están sonando los compases finales de este
tempo de invierno, bajo los últimos fríos nos apresuramos a dedicarles un baile
de despedida que no es más que la bienvenida del primer verdor que traerá el
equinoccio, cuando nacerán las nuevas hojas en las seguiremos imprimiendo
nuestro cuaderno de bitácora. Aprovechemos esta coreografía final para grabar
nuestras promesas sobre el blanco suelo, bajo las pisadas de esta danza
concluyente florecerán en primavera nuestros sueños. Y abandonemos ya el
parque, dejemos que el silencio se incorpore a la belleza del paisaje;
retomaremos el camino cuando los colores inunden cualquier otro jardín y
nuestras ilusiones empiecen a contagiarse de las nuevas tonalidades.
Milagros
del Corral
Oscar
da Cunha
Invierno
2013
Allegro non molto :"Una lluvia impenitente cae sin darse siquiera un atisbo de descanso. Desde hace"...muchos más días en esta Mancha que hoy igualmente amanece premiada por un cielo, como es premio el mío releerte ¿por undécima vez? ¡ay Óscar¡un placer hasta llegar a ese ¿qué será de los sin techo? Es una pregunta que a diario me hago más de 11 veces en el rigor de inviernos tan duros como éste.Prefiero,sí,acompañarte al bosque,que la mimosa,amarilla,espanta la envidia.No,desde luego,la mía ante vuestro arte,amigos.
ResponderEliminarAllegro non molto. Perfecto ¡tutto !
Trabajar compartiendo sensaciones con Milagros es un auténtico placer, estás invitada para el próximo paseo, será en primavera, allí disfrutaremos de la explosión de la naturaleza, seguro que resulta un artículo lleno de colores, olores y sueños que comienzan a florecer.
ResponderEliminarLos griegos creyeron que el tiempo no era otra cosa que "un eterno retorno".Desde luego, el tempo de la naturaleza es así y...¡qué gozoso reconocimiento provoca en nosotros la vuelta de lo que, aunque no exactamente igual, es siempre perfectamente reconocible. A decir verdad, es lo único que vuelve.
ResponderEliminarMe haces sentir el frío, Oscar, la delicia de la tentación del edredón cuando afuera todo es escarcha. Camino contigo y como tú voy ensartando nuevas perlas a mi collar del invierno y me parece que siento la música del río que viene recio , de las ramas que crujen...del algodonoso sonido de nuestras huellas allá en lo profundo del bosque...y todo al conjuro de unas palabras.
Un beso!!
El ciclo de la vida que se repite renueva cada año, inspiración para imitar su comportamiento.
EliminarUn placer leer tu comentario, como está siendo un placer compartir esta serie conciertos con Milagros del Corral.
¿Qué tenéis las mujeres que cada día os encuentro más interesantes? Siempre os he admirado por muchas razones, pero últimamente la sensación aumenta racionalmente.
Besos amiga.