Parece
que fue ayer, intento engañarme porque no sólo lo parece, lo fue. Sé que llovía
porque ahora, todavía, los árboles continúan goteando. Pero lo de ahora son
lágrimas porque no entienden por qué ha pasado un año y no ha pasado nada. Y he
puesto árboles pero estoy hablando de personas, de ti, de mí, y de todos los que,
como con cada proximidad del fin de año, hacemos balance y nos fijamos nuevos
propósitos.
Porque
hace mucho tiempo que todo se repite aunque nos empeñemos en que parezca nuevo.
Tenemos la sensación de que el mundo cambia muy deprisa pero no lo hace, porque
el mundo no es lo material, lo sólo perceptible; el mundo somos nosotros, que estamos
capacitados para llegar incluso más allá de la realidad, pero seguimos obsesionados
en repetir materialidades aunque con diferentes elementos y no dejamos de
conseguir los mismos resultados. Han cambiado las guerras pero las sigue
habiendo. Gobiernan otros pero lo hacen igual y para los mismos. Continúan los
desfavorecidos aunque se repartan de otra manera. Del medio ambiente ya sólo
nos queda un cuarto. Seguimos creyendo en una sociedad mejor pero somos
incapaces de trabajar unidos para conseguirla. Y porque de las dos cámaras que
incorporan los nuevos teléfonos sólo nos interesa la frontal, sin darnos cuenta
de que lo importante se encuentra al otro lado.
Pero
hoy, mi mejor amigo, el que duerme si yo lo hago, el que se sacrifica sin
hacerlo cuando yo no puedo, al que no necesito contarle porque con mirarme ya
lo sabe. Él, que no pide pero entregando se gana el cariño. Ese enano peludo
con el que tengo que esforzarme para que conviva en esta sociedad de humanos
porque a mí también me cuesta. Hoy, como un día más, como lo viene haciendo sin
necesidad de contar el paso de los dos años largos que lleva educándome, ha
vuelto a insistir en que cada día sólo es la ampliación del anterior, que no se
trata de mirar el calendario para demostrar que los propósitos son un ejercicio
continuo, vitalicio; porque para los que son como él, todos los días son
Navidad, Año Nuevo o ninguno de los dos, simplemente son días que se nos
conceden y cualquiera es válido para decidir que es suficiente con perseverar.
Bajamos
a la playa y me mira, conozco esa mirada que me dice: observa y aprende. Porque
hoy hace sol pero podría llover, porque el calor es anómalo para la época pero
aun bajo cero el objetivo sería el mismo. Corre hacia esos amigos con los que
habitualmente se encuentra y comparte, por momentos de uno en uno, en ocasiones
forman grupo y al gruñón lo saludan de lejos pero sin rencor, porque al pobre
le dan mala vida y todos se compadecen. Hoy hay colegas nuevos, desconocidos
que habrán llegado con las vacaciones, más oportunidades para incluir en ese
círculo que nunca aceptarán cerrar, porque aunque todos sean diferentes, ellos
se empeñan en sentirse iguales, y les funciona.
Observo
y comprendo que lo demás es accesorio, lejanamente secundario. Detalles,
pequeños caprichos, chucherías que cada día inventamos o hacemos evolucionar
para sentirnos fingidamente vivos: Terminar ese curso que quedó pendiente
aunque ya se desfasó; una nueva maquinita mejor que la del vecino; bajar esos
kilos de más o dedicarse a recuperar los que se llevaron las noches sin dormir;
abrir un mapa y decir aquí mientras con los ojos cerrados colocamos el dedo;
revisar el plan de jubilación porque desde que nos lo vendieron la letra
pequeña se ha hecho grande y a los números les faltan algunos ceros…
Y
entiendo que todo es mucho más sencillo y de tanto tenerlo delante se nos
escapan las intenciones. Los días son días, sin más, se llamen como se llamen. Y
para este cambio de año no voy a hacer nuevos propósitos ni fijarme metas ¿qué
va a cambiar una hoja de calendario? No hacen falta nuevas voluntades, porque
el proyecto ya comenzó cuando nacimos y consiste en seguir creciendo sin
pautarnos, sin olvidar que lo importante es tender la mano, para dar, recibir y
compartir. Y como lo ha sido válido hasta ahora no va a cambiar con números
nuevos.
Todo
lo demás es provisional, accidentes que a veces se curan.
Los
buenos deseos se agradecen por cortesía, pero este año yo me voy a abstener. A
los que os quiero y me conocéis ya os los dedico a diario y sin necesidad de fecha
señalada con uvas y campanadas. Al fin y al cabo, del 31 de diciembre al
primero de enero sólo hay un día, un día más y todo sigue, porque las personas
no cambiamos ni evolucionamos de repente, pasando de hoja. Como mucho, y ya
sería bastante, deberíamos ser menos pretenciosos y conformarnos con invertir
en humanizar nuestro pequeño entorno, pero esa es una tarea en la que nos
tendríamos que haber comprometido hace tiempo, e insistir aunque a menudo nos
falle. Por eso, por todas las veces en las que no he dado la talla y por las más
que seguiré cometiendo el mismo error, tendedme vuestra mano y que estas
palabras no se las lleven mis vientos porque para eso las dejo escritas, y
concededme el perdón por esa autosuficiencia que en ocasiones se me escapa. Como
un día más y hasta que el infinito nos permita no seguir fracasando tantos años
como nuestra especie aparenta.
Oscar da Cunha
Un día como otro cualquiera.
* "En el desprecio de la
ambición se encuentra uno de los principios esenciales de la felicidad sobre la
tierra." François Marie Arouet
(Voltaire).
* "Hay un libro abierto
siempre para todos los ojos: la naturaleza." Jean Jacques Rousseau.
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