—No sé si alguna
vez te ha ocurrido, me miro y no me reconozco. Han pasado más de veintisiete
años. ¡No! quizá veintiocho pero fue ayer. Sí, ahora lo recuerdo, fue ayer.
»Tú tenías…, poco
menos que ahora. Acaso un par de arrugas menos. ¡Espera! ¡No! Sólo una menos,
es la misma, la que nace dos veces, una en cada extremo de tu mirada. Sí, ahora
la veo, es la misma y tiene nombre. Siempre aparece cuando sonríes.
»¿Yo también la
llevo?
»Pero la mía
tiene más compañeras. Una de ellas fue por…, ya sabes. ¡Cuanta felicidad nos
regaló!
»¡Claro que hay
más! Pero de las otras sólo importa una. Sí, la de abajo es la más reciente y
todavía no se ha consolidado.
»¿Cuánto tarda en
cicatrizar una arruga? Ya me quedé sin lágrimas para recorrerla. Tú en cambio
la lloraste por dentro, duele sin sal. Es curioso la sangre es dulce. ¡Qué
lágrimas tan diferentes!
—Fue ayer,
incluso recuerdo la hora. Tú también. Esa hora mágica que nunca marcan los
relojes. Agujas que parten del centro del corazón y siempre sonríen.
»No es la misma
sensación, será por eso que no me reconozco. ¿A ti también te pasa, verdad?
»¿Cuántos caminos
se pueden recorrer en veintiocho años? Aún recuerdo el primer cruce, tú tuviste
más decisión y yo con mi manía de darle cien vueltas a cada paso. De lo que no
llevo la cuenta es de los errores desandados. ¡Para qué! Nadie va a contar las
pisadas que dejamos marcadas y el polvo que levantamos se lo llevó el viento de
cada amanecida.
»Siempre viendo
salir el sol juntos. ¡No! Aquella noche la tormenta te despertó antes del alba
y te asustaste. Bajaste a la habitación de abajo, allí retumban menos los
truenos y yo estaba soñando contigo. ¿Para qué despertarme?
—No, no es la
misma sensación que ayer. Nos enfrentábamos a dos mundos desconocidos, ahora ya
tenemos pasado. Miro hacia atrás y no me reconozco, queda sólo un futuro por
descubrir, ni el tuyo ni el mío. Ya no somos dos, en física le llaman fusión,
pero lo nuestro siempre fueron las letras y en ese capítulo se llama amor.
»La de espinas
que se nos han clavado en estos años, pero tú me enseñaste desde el principio a
no quejarme. ¿Cuántos jarrones hemos llenado de rosas? Su olor aún se mantiene.
¿El dolor? Juntos es más apasionado también lo aprendí de ti.
»¿Y el viento? Me
empujabas a buscar carreteras perdidas, te sigue gustando despeinarte sin el
casco.
—¿Cuánto vive una
Vespa? —me solías preguntar.
—Lo mismo que un
romance, y ahí la tienes. ¡Vale hice trampa y una vez la pinté! ¿Y lo nuestro?
¿De cuantos colores le hemos dado una mano?
—No sé si alguna
vez te ha ocurrido, me miro y no me reconozco. Han pasado más de… pero no son
las arrugas, porque fue ayer. En mi sólo veo la mitad de lo que hemos recorrido
y ahora tengo cuatro manos y un sueño compartido.
»¡Enséñame esa arruga! La que tiene nombre, la que nace dos veces y aparece cuando sonríes.
Oscar da Cunha
7 de abril de 2013
Poético tu ataque de nostalgia, ese que a todos nos acecha cuando menos se espera, cuando creíamos haberlo olvidado todo...Ay, esas vespas...
ResponderEliminarUn abrazo,
Milagros
La memoria perdura y se te aparece al doblar cualquier esquina, recordándote lo que fuiste y sorprendiéndote con una nueva identidad cuando te sacudes el polvo del camino.
ResponderEliminarUn abrazo Milagros.
nostalgia de un mirar hacia atrás, para darle paso con delicadeza a esa arruga testigo y maestra del largo caminar, preciosa reflexión. un abrazo querido amigo muas.
ResponderEliminarGracias Nela, esas arrugas compartidas nos sorprenden, a veces, de cómo vamos compartiendo la vida y convirtiéndonos en lo que no fuinmos.
ResponderEliminarUn Beso.
Muy hermoso texto. Muy verdadero cuando se tiene una sensibilidad como la tuya. Dichosa la que comparte contigo esos recuerdos. Esas deliciosas rosas a pesar de sus espinas, deben haberla hecho disfrutar muchísimo.
ResponderEliminarLo que queremos es vivir con avidez lo que nos sea dado y que de alguna manera "asista lo vivido" y se nos haga presente lleno de dulcedumbre de vez en cuando.
Un abrazo cariñoso, amigo
Gracias Begoña por compartir sentimientos. pero hoy, para mi, es día de presente, dulce y en compañía. Como los veintiocho anteriores que me ha regalado quién conmigo recorre el camino.
ResponderEliminarUn abrazo.
Oscar,que bueno no olvidar los recuerdos vividos y que el pasado dure mucho tiempo tanto como nuestras arrugas. Y aunque las pisadas dejadas en nuestros caminos las borre el tiempo siempre quedaran en nuestros recuerdos. Un abrazo amigo.
ResponderEliminar»La de espinas que se nos han clavado en estos años, pero tú me enseñaste desde el principio a no quejarme. ¿Cuántos jarrones hemos llenado de rosas? Su olor aún se mantiene. ¿El dolor? Juntos es más apasionado también lo aprendí de ti.
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