Esta vez era la mala, ¡maldita sea! Llevabas
tiempo jugando esa última partida y hoy te han entrado malas cartas, contra la parca
no se puede ganar sin triunfos y menos con noventa y un años. No te ha temblado
la mano, tú siempre has sido de esa clase de tipos, los que no fanfarronean de
sus conquistas y asumen con dignidad las consecuencias de las derrotas. Una vez
más, la última, me has regalado otra lección, te he visto entregar tu último
aliento con la cabeza bien peinada y la mirada al frente. Ni una sombra de angustia
en tus ojos, y el miedo…, en eso nunca has sido egoísta, siempre lo has dejado
para los demás, sólo he podido advertir,
en esa mirada final, el suave rocío que cae cuando nos despedimos de quienes
nos han acompañado en el camino.
La naturaleza no te regaló un gran tamaño,
pero lo compensó poniéndotelos en su sitio. He conocido a muchos, pero a
ninguno le he visto preservar la razón con la trascendencia que tú imponías en
cada paso. Te he admirado enfrentándote a gigantes protegiendo la verdad y
arriesgando tu vida por defender a los tuyos.
Me quedo para siempre con tus historias, que
desde hoy serán mías. Me guardo también tus gafas, aprenderé a usarlas hasta
conseguir, desde sus cristales, ver el mundo como tú. Y desde ahora llevaré en
mi bolsillo la navaja que yo mismo te regalé, y si algún día consigo tener tu
bravura la arrojaré al pozo donde se
esconden mis demonios. Procuraré seguir el ejemplo que de ti he aprendido, y
trabajaré para poder escuchar, el día de mi despedida, la mitad de los aplausos
que tú te has ganado.
Como te prometí, he cumplido con todas tus últimas
voluntades. Y mientras aventaba tus cenizas en esa loma del paraíso que tú
escogiste, el cielo se ha puesto a llorar y el grajo ha graznado tres veces. Tenías
razón, no he tenido que esperar mucho, después de quemarlo, una ráfaga de
viento se ha llevado la tinta del plano que me dibujaste.
Lo del tango te lo paso por esta vez, nunca
te decidiste a enseñarme los pasos, ahora sé donde duermen tus sueños y
cualquier día de los que están por venir me acerco con el disco.
A mi tampoco me gustan la despedidas.
Oscar da Cunha
Siempre tienes las palabras adecuadas para los demás. Seguro que él te escucha...
ResponderEliminarEl mismo día viví la pérdida de un familiar, de Sisco. Tenía sólo 46 años, Oscar. ¡una gran faena! pero yo sólo sé expresarme con lágrimas, y no tuve la suerte de despedirme.
Ayer fue un día duro, pero pude comprobar la cantidad de gente que vino a acompañarle. Seguro que a él le hubiese gustado ver la caravana que se lió al salir del tanatorio.
Fue un gustazo haberle conocido.
Sabes, tienes su fiel reflejo en Lou... son como dos gotas de agua.
Un fuerte abrazo a los dos. Ojalá y pudiera reconfortaros de alguna manera.
Nuestro cariño para los dos.
Sole.
Con 46 años la puñalada es traidora, debe de ser mucho más dolorosa. No obstante siempre queda la esperanza de reencontrarnos, algún día, con los que se fueron quedando en el camino.
EliminarGracias por tu compañía, mantengo el abrazo.
una nueva estrella está en el cielo,para seguir acompañando vuestros pasos, por este andar el camino de la vida, siempre que miréis al cielo, sabed que os estará alumbrando.
ResponderEliminarEl cielo nocturno está lleno de ausencias.
EliminarUn abrazo Nela.
Me entero de la muerte de tu suegro. No dudes que habrá leído con una leve sonrisa tus caricias desde el lugar de los justos. Te acompaño en tu tristeza. José Ramón.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu compañía José Ramón. Sí, el ya se tenía merecidamente ganado el descanso, estará ahora disfrutando de su paraíso soñado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Amigo, un abrazo apretado desde la distancia. Para el que se va debe ser reconfortante dejar esa marca indeleble en las personas, y motivar estas sentidas letras. Qué bueno si logras ver el mundo a través de sus cristales...
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