AIRBAG
Unos minutos de espera dentro del coche
delante de la puerta de un cliente, algo habitual, y una de mis manías: o llego
puntual, o tarde, pero nunca antes de la hora fijada. Siempre me ha parecido
una grosería invadir la intimidad de quién aún no te espera, no darle tiempo a
echar los últimos flis-flis de ambientador, quitar de su mesa de trabajo la
revista de crucigramas, o sorprenderlo echando el último vistazo a una página
porno. Todo el mundo se merece un respeto,
incluso los clientes, y a mi gusta concederles tiempo para que se active su
protector de pantalla, el de los pececitos de colores.
Una mañana especial, a primera hora tenía
cita en la notaría. El ritual de todos los seis de febrero. El escribano, con
una sonrisa, ha repetido la formula habitual: “No habiendo manifestado ninguna
de las partes la intención de cancelar este contrato, queda prorrogada por un
año más la relación entre los firmantes: D. Oscar da Cunha, y la Vida”.
Ahora, mientras espero, será por la fecha,
pero cada palabra agita los árboles de mi bosque. Se producen asociaciones
extrañas: robles en cuyas ramas florecen margaritas, rosas sin pétalos y
gaviotas en flor. Hoy me pesan las palabras como a las ramas las manzanas a
punto de madurar. Cada una de ellas es portadora de múltiples néctares.
Sentado, como decía al principio, en mi
coche, evito mirar el exterior. Llueve y no quiero contagiarme de la romántica
melancolía de la lluvia. Hoy no, hoy estoy más afectivo - será la fecha - y el
cliente que me espera es un tipo duro, de esos que siempre te salen al
encuentro con la pistola cargada y no se han molestado en quitar la página
sado-maso de su pc. En el volante de mi coche, como en el de casi todos ahora,
leo “airbag”. Todavía me quedan unos minutos para soñar.
Ese anglicismo, otro intruso más en nuestra
lengua - quizás lo prefiramos porque tenemos tendencia a relacionar bolsa de
aire con flatulencia -, nos infunde cierta seguridad al conducir. Pero, ¿y
caminando por la vida? ¿Cuál es nuestra “bolsa de aire”? Yo que ya he tenido
más de un accidente en mi recorrido sé de lo que hablo.
Mientras luce el sol, nos sentimos
autosuficientes, es primavera en nuestro interior, y tenemos una nociva
tendencia a rodearnos de compañías pasajeras,
dispuestas solo a compartir las flores del camino.
Pero en todo camino, es infalible la tormenta,
los meses de invierno; y a veces nos toca el papel de indigente, caminante
desprovisto. No es más que la vida: unas veces nos hace reír y otras nos
descojona.
Hoy me acuerdo de quienes han sido mi bolsa de aire, mi airbag
de caminante, ellos que no estaban ahí solo para recoger las flores de
primavera. Y el toro que en unos minutos me toca lidiar va por ellos, intentaré
salir por la puerta grande, me lo desean y se merecen ver una buena faena.
Este invierno ha llegado duro y largo, ya va
para cuatro años, y a mi aún me quedan unas pocas flores escondidas de la
pasada primavera. Cuenta con ellas amiga, y no pienses que soy de naturaleza
generosa, solo he aprendido de otros, de los buenos. Quiero creer que soy un
aspirante a bolsa de aire. Cambiarán los vientos.
Oscar
da Cunha
6
de Febrero de 2012
maravilloso texto, trasmite fuerza , energía y esperanza para seguir el duro camino por esta vida
ResponderEliminarY tu que la recibas.
ResponderEliminarGracias Nela.