Me gusta Antonio,
yo aseguraría que es por no tener la posibilidad de discutir con él. Pero…
¿quién sabe? quizá sea todo lo contrario y lo añore cuando me da por pensar
—mala costumbre adquirida y además mal vista en nuestros tiempos—. Cuantas
veces tengo la sensación de que no por mucho andar hago camino, de que mis
pasos no son más que la vuelta a un círculo que me devuelven al lugar de
inicio, sin otro aprendizaje de lo recorrido que el cambio estacional que
observo en mi entorno, hojas que caen, ramas ahora desnudas y después
soberbias, insultantemente floridas, y otro ciclo que se reinventa, ignorándome,
despreciando mis pasos, mi admiración por esa naturaleza que sí hace camino sin
andar.
No sé
Antonio, si tú tuviste cuevas en tu caminar, si tus pasos siempre fueron bajo
la luz, pero a mi no me ocurre. Mi exilio no es otro que el de mis dudas. ¿Sabes?,
a mi me toca recorrer de caverna en caverna. Ya, ya sé que los tiempos no están
para luces, pero yo no me refiero a esas oscuridades, cuando la noche tenía
nombre, cuando el enemigo incluso daba la cara. Ahora, cada tramo te traiciona,
en cada curva se encubre la luz y cada paso te introduce en una nueva penumbra.
Dentro oigo voces, llantos y discursos que me desgarran, tardo en salir del
túnel, un poco de aire fresco y el agua que baja clara a mi izquierda pero… tan
breve.
¿Y
vosotros? Los demás, no os oigo, todos parecéis estar fuera aunque no sois más
que voces en la oscuridad, en ese lóbrego corredor que habéis convertido en vuestro
refugio, en esa caverna donde vuestro miedo no tiene sombra, donde la mirada
angustiada del compañero no se advierte, donde vuestro lamento, cuando llegue,
también pasará desapercibido.
No es éste
el camino que tú viste ¿verdad Antonio? No es este el futuro con el que tú
soñaste. En la oscuridad no se aprecian las huellas y al volver la vista atrás
tampoco se ve la senda porque cuando la iluminación nos abandona corremos el
riesgo de volverla a pisar. Ya no se hace camino porque todos vamos errantes y
desde dentro del túnel ni siquiera se aprecian las estelas en la mar.
©Oscar da Cunha
23 de octubre de 2013
No puedo dártela aún,la estoy rumiando pero ¡gracias !
ResponderEliminarQué terrible es este Hades de sombras errantes que describes...¡qué gélido! No puedo acompañarte. En mis suelas crepita la hojarasca y siento la dulzura de un cielo encendido. Sé que no podemos elegir el color de la tinta que empapa nuestra pluma y la tuya rezuma hoy de tinta china negra y su trazo es rotundo y sin concesiones. Quizá el último Machado, el de Colliure, pueda acompañarte. Pero incluso él dejó consignado en su último papel que recordaba..." esos cielos azules de la infancia".
ResponderEliminarUn beso y...qué salgas pronto a la luz!!
OSCAR ¿no merecen otros lectores de otras redes que este MACHADO EN LA MEMORIA sea compartido y rumiado?
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