¿Qué edad pueden tener?, ¿veinticinco?, ¡no!,
veinte a lo sumo. ¡Qué más da! Esta noche la luna se ha hecho adicta a su amor
y ha decidido apagar su luz para proteger su intimidad, ¡egoísta!, los quiere sólo
para ella. La vieja farola del parque también colabora con la pareja,
regalándoles justo ese rincón de penumbra bajo el que se encuentra su banco. La
brisa meridional todavía acerca el sonido del viejo saxo, alguien olvidó cerrar
la puerta trasera del club del callejón, o quizá no. ¿Qué importan las horas si
también el sauce les protege?
Entre besos intercambian promesas, comparten
sueños que la vida, a veces, intentará convertir en pesadillas, y tendrán que
enfrentarse a ellas, y a la vida, manteniendo vivos esos besos y recordando que
esta noche tuvo como testigo la caricia de su alma desnuda. Ella sonríe con los
ojos húmedos, demasiada felicidad en un solo instante y el temor a que los años
marchiten sus ideales. Él, no es aún capaz de adivinar que esa flecha que ahora
se está clavando en su corazón compartirá sus canas, y será su salvavidas
cuando el barco se hunda por tantas decisiones mal tomadas.
¿Y el deseo? Esa poderosa fuerza que tolera
que hoy sus manos sean torpes, pausadas, imprudentes ante la inocencia,
suavemente las irá adiestrando en las frías noches de invierno para
convertirlas en certeras bajo los fuegos de colores. Pasando juntos las hojas
del calendario irán aprendiendo que el calor sólo se mantiene añadiendo madera.
¿De dónde saco yo un perro a estas horas? No
me parece discreto pasear solo por el parque, no hay manera ni forma pero no
quiero perderme esos besos; lo que yo daría por disfrutar del brillo de sus
miradas y oír sus coplas, si alguna vez yo también tuve veinte años…, si alguna
vez yo también estuve en ese banco…
¿Te
acuerdas? La escena se pierde entre la niebla del tiempo, pero los besos…, aquellos
besos los recuerdo enteros, sobre todo el primero, ese fue el más caro. ¿Y las palabras?, tan cálidas, aún no se han borrado de mi corazón, sucede cuando se
tallan con la pasión de la voz amada. De las promesas, todavía quedan cuentas
pendientes, muchas se perdieron entre tormentas, pero conseguimos salvar las
más importantes, con más arrojo las de finales de marzo cuando empezó nuestra
primavera. “Baila conmigo hasta el fin del amor”, y esa canción sigue sonando.
¡Como has envejecido viejo roble! Ella te
acarició aquella noche de junio, cuando a mí me juraba amor eterno mientras yo
les daba las gracias a todas las estrellas del pequeño trozo de cielo que nos
había sido concedido. Le sequé su joven lágrima con la caricia de mi mejilla, y
aún consigo retener la fragancia de ese perfume salado. Bajo tu sombra le
ofrecí mi primer “Te quiero amor”, y tú dejaste caer una hoja que siempre me
acompaña en mi cartera.
¡Y esa moto!, junto a ellos, bajo el sauce.
¿Cómo olvidarla?, yo le pinté esas rayas, ¿seguirá bien ajustada?, nunca
arranca en este parque, cuando ella mira su reloj con las horas ya perdidas y
el viejo saxo ha dejado de vibrar. El vagabundeo hasta su casa promete los últimos
besos, los más profundos, las últimas promesas, las de mañana. Ya de vuelta,
basta un guiño culpable para hacerla ronronear.
A ti, vieja farola, hace casi treinta años
que te pedí disculpas. Por la piedra con la que rompí tu bombilla, la que llevaba
escritos nuestros nombres, sé que me has perdonado, hoy la veo en su mano, la
de la chica del banco, se la guardará en el bolsillo de su chaqueta azul, y al
volver a casa abriré el cajón para darle el beso de todas las noches.
Viejo parque, amigo escondido, no te has
dejado dominar, ajeno a los nuevos tiempos sigues siendo el caballero que
guarda el misterio de los amores que florecieron bajo tus árboles, de los besos
prohibidos bajo tus sombras, de las tímidas caricias con el sol de entre luces.
Noches de verano y mediodías de invierno continúan siendo tus cómplices. No
permitas que el susurro de mis pisadas sobre la hierba perturbe el mágico
momento que esa pareja nunca olvidará; ahora, que al marcharme sin decirte
adiós me marco un último baile, todavía la vieja canción sigue sonando.
Oscar
da Cunha
10
de diciembre de 2012
¡nostagia!
ResponderEliminarSí María, en efecto, nostalgia de un hermoso pasado, pero también satisfacción por comprobar que ciertas promesas, ciertos sueños, se pueden cumplir.
ResponderEliminarGracias por tu compañía.
Nostalgia,saudade,añoranza...¡cómo me atrapa esta sensación!
ResponderEliminarReleo este "Baila conmigo..." y deseo que todos hallen alguna vez su farola,parque,roble y moto-en mi caso fue querida vespino-que,con el paso de la vida,sigan pintando sonrisas en la memoria de cada uno.Si no,Óscar,nunca sabrán lo que han perdido.
Por cierto¡ya no soy un robot !
ResponderEliminarEn la memoria de todos hay un parque, cine… un lugar donde se compartió ese sentimiento arrebatador, en la memoria de todos los que han vivido.
EliminarUn abrazo Paz, me alegro de que los garabatos te hayan permitido “humanizarte”
Hoy a mi memoria,más que un parque,viene todo un hermoso paisaje de una hermosa tierra donde alguien de su paisanaje que todavía dice acostarse con sensación de aprendiz mucho está tardando en volver a plasmar sentires. Esa es mi nostalgia hoy
EliminarMe alegra que disfrutaras de nuestra tierra pese al mal tiempo que nos tocó, y que guardes tan buen recuerdo. Que no te invada la nostalgia, todo tiene su momento y en breve seguiremos paseando por lugares de fantasía.
EliminarUn gran abrazo Paz.