jueves, 8 de mayo de 2014

TAN LEJOS COMO AYER

El parque está distinto y tú también, tenías menos edad. Yo te recuerdo mucho más grande. ¡Qué suerte tenemos de que la memoria nos engañe! ¡Qué suerte tuve de poder ser niño!

¿Recuerdas la caja de frutas?, se la llevó el tiempo. De su madera no brotaban hojas, pero formábamos un buen equipo. Se la tuve que robar a Pascual, el de los ultramarinos. Ya sé que tú no tenías la culpa, nadie la tiene de que, con seis años, no te lleguen las piernas.

Te llamaban árbol, ¡qué sabían ellos! ¿Acaso alguno te escuchó?

No estoy seguro de si fue la primera vez, cuando me dijiste que eras una nave espacial. Me senté en el hueco reservado para el piloto y conseguimos llegar hasta ese planeta donde, a los que son como tú, les piden consejo.

Pero lo que más me gustó fue aquel día en que me enseñaste a ser invisible, escondido tras ese brazo de la izquierda. ¿Por qué sonreían? ¡Ingenuos! No eran capaces de entender que no podían verme.

De nada sirve navegar si no es para gritar ¡tierra! Nos costó toda una mañana de verano sin sal. Pero aprendí que el mejor barco es el que tiene las raíces más profundas y el timón…, entonces me di cuenta de que el timón más certero es la mirada.

Sólo te vi sufrir una vez, y cumplí mi promesa. El gorrión se quedó dormido entre tus brazos y tú no podías enterrarlo a tus pies. Sí, esa tarde la tengo guardada, desde entonces sé que no podemos ser eternos.

¿Y el susurro del viento?, aprendí a leer en tus hojas que él es quién se encarga de otoñarnos. ¿Y qué más da que me llamen raro? Prefiero oír así el calendario, ese murmullo que va matizando mis pelos de blanco.

Esto no te lo había contado nunca, porque yo estaba más acostumbrado a la soledad. Sólo se debe llorar cuando llueve, ¿no tiene color la sangre? A ninguna lágrima le ponen vendas pese a que nos alcance desde las heridas más dolorosas.

Después de tantos años y me has reconocido. Siempre te gustó que acariciara tu espalda, pero no te preocupes, ¿para qué se lo voy a decir a los otros? ¿Qué árbol se creería que hablas conmigo?

Oscar da Cunha
8 de mayo de 2014

4 comentarios:

  1. oohhhh!! La verdad es que intuía que tendría un final así, pero ha sido mucho más fantástico leerlo. Besotes!

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    1. Muchas gracias Soraya, un poco de fantasía es la dosis necesaria para sobrevivir.

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  2. En la vida de todo niño siempre hay un árbol. Tu escrito es el elogio de una de esas amistades posibles entre humanos y otros seres vivos cuando se tiene ese plus de sensibilidad que es su condición indispensable. Pero, si crees que los demás árboles no entienden tu voz y a quién va dirigida te equívocas: son altamente sensibles y un poco celosos... quizá por eso Juana de Ibarbouru le dijo tan alto a la Higuera lo bella que era...Siempre podemos hacer justicia poética, amigo. Siempre!!

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    1. No lo dudo, nunca lo he hecho, amiga Begoña, que los demás árboles puedan entenderse con nosotros, pero la leyenda del cuento no es esa. ¿Nos lo merecemos? Quizá yo topé con el bondadoso del parque, ese al que no le importa que, nuestros pasos como especie, no estén alejando cada vez más de nuestros verdaderos orígenes, los que nos definen como especie, una más, en esta naturaleza a la que tanto le damos la espalda.
      Gracias por pasarte por aquí, ya sabes que tu compañía, que tanto suma, siempre es bienvenida.
      Besos.

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